Aun cuando se hicieron algunas prospecciones magnéticas a principios del siglo, no fue sino hasta 1958 que Aitken aplicó por primera vez el magnetómetro de protones a la arqueología (Aitken, 1958). En ese momento el objetivo de la aplicación era detectar el magnetismo termorremanente producido por hornos, pero esos primeros experimentos mostraron nuevas posibilidades de aplicación en la detección de otros rasgos arqueológicos de menores diferencias en sus susceptibilidad magnética.
La teoría que sustenta esta aplicación puede ser explicada en forma simple. El campo magnético total en cualquier punto de la superficie de la tierra consiste de la suma de las variaciones locales (características geológicas y arqueológicas) más las variaciones en la intensidad del campo magnético terrestre. Esto significa que el campo magnético total es distinto para cada punto geográfico y puede ser medido con el equipo adecuado.
El equipo usado para medir estas variaciones en el campo magnético se llama magnetómetro. En arqueología los más comunes son los magnetómetros de protones. Estos equipos son capaces de medir pequeñas variaciones en la intensidad del campo magnético total en un sitio arqueológico y registrar lecturas en distintos puntos del sitio. El recorrido sistemático de la superficie permitirá la interpretación de estos datos en términos arqueológicos.
Gráfico del subsuelo resultado de un estudio de magnetometría. Foto: Arbotante. (La bitácora de Jenri) |
Uno de los rasgos más fáciles de detectar a través del uso de magnetómetros de protones son los hornos. Esto es debido al gran cambio de propiedades magnéticas que el fuego produce por la combinación de temperatura, minerales de hierro presentes, tiempo, y condiciones reductoras durante la combustión, lo que ocasiona transformaciones importantes en las partículas de hierro. Dichas partículas modifican su estructura atómica y adquieren fuertes propiedades magnéticas, alineando sus dipolos constituyentes en la dirección del campo magnético bajo el que están.
Este tipo de rasgos son facilmente reconocibles debido a que son concentrados, y el contraste magnético con sus alrededores es muy alto. Entre más veces ocurre la combustión, más intenso será el campo magnético remanente (Tite y Mullins, 1971).
Por otro lado, no todos los rasgos arqueológicos tienen magnetización remanente. Otra importante propiedad es la susceptibilidad magnética, que es característcia de cada material, y que puede definirse como la capacidad de un materialdado a magnetizarse. Atendiendo a esta propiedad es posible detectar rasgos enterrados midiendo las pequeñas diferencias en susceptibilidad magnética entre el rasgo arqueológico y su contexto. De nuevo, si el contrate magnético es suficientemente grande el rasgo será detectable (Linington, s.a.).
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